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Hipertensión: el asesino silencioso

La hipertensión no se suele percibir. La mayoría de las veces se descubre durante un fortuito chequeo con su médico de cabecera o un reconocimiento médico para una compañía de seguros.
Las consecuencias de la hipertensión no son visibles hasta que pasan los años.

La consecuencia es un engrosamiento de las paredes de los vasos sanguíneos con el consiguiente estrechamiento de su interior. El corazón debe entonces bombear con más fuerza. Debido a este estrechamiento, la corriente sanguínea se hace cada vez más difícil siendo necesaria una presión cada vez más alta para que la sangre pueda llegar a los diferentes órganos.

Debido a esta presión elevada, la pared de los vasos se puede rasgar produciendo una hemorragia interna. Si esto ocurre en el cerebro se conoce como “apoplejía”.

Como consecuencia de la desaceleración en la corriente sanguínea se pueden formar trombos en los vasos, lo que se conoce como “trombosis”. Si todo esto sucede en el corazón se producirá un infarto cardiaco. Si sucede en el cerebro se hablará de ACV.

En todos los casos las consecuencias son muy graves, algunas veces incluso mortales.

Manteniendo la presión arterial bajo control se reduce el riesgo de apoplejía, trombosis, ataque cardiaco, infarto, etc.

También es importante hacerse controles periódicamente de la presión sanguínea y, en caso de ser necesario, volver a situarla en los valores correctos.


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